No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón. Jaime Sabines

sábado, 31 de julio de 2010

Tierra y Mar


No existen labios eternos. Solo tú
Existes en mi eternidad. Silencio
Oportuno, oportuno silencio.

No existe mi mar eterno. Mis olas
No rompen la firmeza de tus senos.
Perfectos senos, Un blanco perfecto.

Porque no existe mi tierra eterna
Que eterne la eternidad de tu cuerpo.
Triste felicidad. Feliz tristeza

Que sobre mi mar suspira tus besos.
Y sobre mi tierra vive tu cuerpo.

miércoles, 28 de julio de 2010

El género de la vida

Como todos ya sabemos, la vida es una unión y mezcla de muchos sentimientos, felices o menos felices, donde todo aquello es recordado para siempre. Muchos piensan, y defienden, que la vida es poesía gracias a su belleza, o teatro por su dialogismo. A mi me gusta saber que mi vida es una novela. Una novela de un pobre protagonista, cargado de sueños y muchos muros para poder cumplirlos. No es un príncipe, ni tiene reino y ni siquiera se considera héroe, pero al menos intenta hacer algo heroico en su vida: ser autor de su propia novela.
Todos hacemos de nuestras vidas una novela, una trilogía de recuerdos, acciones y deseos. Tres partes que siempre se llamarán de la misma manera: pasado, presente y futuro. Mi primera parte, como ya he dicho, se llamaría pasado, y créeme, no es muy importante. La tercera queda todavía por definir. Mi futuro a veces me engaña con guiños de desconcierto, influenciado sin duda por mi presente. Un presente que me traiciona en cada paso que doy y en cada mirada que enciendo.
Carezco de muchos personajes secundarios, e incluso estos secundarios son terceros, y los terceros secundarios, y así sucesivamente. Forman parte de mi novela, como no, unos son desgraciados, más que yo, y otros tienen mucha más suerte, más que yo. Pero le doy a cada uno lo que se merece, pocas pinceladas de diálogo y menos de importancia y protagonismo.
Como autor de mi libro y de mi vida, buscaba el amor deseado para mi protagonista. Un amor lleno de pasión, de deseos con toques eróticos, escenas románticas y cargadas de problemas (para que no sea tan monótono). Algo que llevaría su tiempo, pero que al fin encontré. Decidí, y escribí, que ella tenía que ser la princesa de todos los cuentos, mi pequeña Dulcinea. Una belleza encantada, llena de Soledad y amor de la vida. Ella es mi protagonista de mi novela, pero cállese, que aún no lo sabe. Resulta divertido escribir mi propia vida, mis deseos y mi amor por vivir. Falta toda una vida y muchas páginas que escribir, y lo sabrá cuando ella escriba la última palabra de mi vida: “Te Quiero”.

martes, 27 de julio de 2010

Ella es mi Luna



Antes de ayer el sol me preguntó por dónde pasaba las horas del día. Sé que está celosa porque no las paso con ella.
Me encierro en la oscuridad de la luz, incluso me escondo de la luz de mi cuarto, de mi bombilla. Son minutos muertos esperando a los minutos vivos: la noche. Siempre estoy con un papel usado, restando las horas que me faltan para verla (la luna morena de mi noche). Es un trabajo aburrido, que sólo me salva pensar en ella.
Confieso que en mis horas de descanso pienso, muchas veces, en platearme con su luz de noche platina. Todos dicen que estoy loco porque no voy a la playa para tomar el sol, sino a tomar la luna.
Luego me quemo y quedo como ella, con miguitas en la piel relucientes en todo nuestro cuerpo. Despellejo suavemente con cada roce de su risa en cada noche de su media luna.
Ríe que ríe con cada gesto de mi nariz, con cada mueca de mi locura.

sábado, 24 de julio de 2010

Alzheimer

Querido amor,

Dentro de cuarenta años padeceré de aquella enfermedad que tanto te hablaba hoy. Dirás que estoy loco, pero mi viejo nunca falla en la barriga.
-Serás un viejo de olvido, muchacho- me comentó ese viejo verde esta mañana. Se me olvidarán tus cosas, tu sonrisa y todo lo que viví contigo. Ya no existirá Soledad en mi vida, sólo la soledad de recordar el olvido. Tus manos acostumbradas a mi cuerpo serán extrañas pasajeras de susto. No te conoceré, y nunca más te llamaré amor, Amor.
Poco a poco me alejaré de ti. Primero serán días concretos, y luego años concretos. Seré aquel concreto extraño que te acompaña bajo esos concretos sueños de olvido. No pretendo asustarte, amor. Yo no pretendo nada. Intento decirte que en tu vida vas a luchar por mí una segunda vez; nuestra lucha mutua de cuando nos conocimos, y otra cuando ya te deje de conocer.
Lo siento, amor. Lo siento. Aprovecha nuestro tiempo; será un tiempo de ahora, de siempre y jamás de nunca.
PD: Te Quiero (por si se me olvida).

José Luís Galván Chavero

martes, 20 de julio de 2010

La manera

No encuentro la manera,
Ni el como, ni la forma
De amarte.
No tengo razón de amarte,
Que amarte solo.
Esa razón de unos locos
Que crean mi dulce locura.
Locos cuerdos de razón,
Que hablan solos con la luna.

Maldigo la hora de hablar solo,
Y maldigo mi forma de amar de locos.
Busco de la luna esa razón;
Se esconde, no existe. El sol
Persiste en la soledad de unos pocos,
Y la luna me existe sin razón.

Yo no encuentro la manera
De besar esos ojos.
No tengo razón de amarte,
Que amarte solo.



José Luis Galván Chavero

lunes, 19 de julio de 2010

Los Jóvenes


Los jóvenes se amaban bajo el pequeño techo. Sus cuerpos se confundían con la luz tenue y oscura de la calle, mientras que los árboles susurraban entre sí la erótica escena que estaban observando. Eran cuerpos besados, acariciados e impulsados por lo único que tenían, tapando entre cortinas sus más eternos amores de deseo.
Poco a poco y de manera rápida, se quitaron la desnudez de sus ropas, y se quedaron desnudos de sus cuerpos. El joven, con cara radiante, acariciaba los pequeños pechos de locura de la mujer; y la mujer pícara y juguetona buscaba entre el cinturón y los botones la erección perfecta del hombre.
Ambos se deseaban y se buscaban mutuamente. Se encontraban solos ante el mundo, un mundo pequeño y oscuro que ellos iluminaban con un solo sonido y muchos movimientos. Los arboles escuchaban los gemidos perfectos de un perfecto amor, y las hojas se movían al compás de sus cuerpos. Vacilaban y se confundían cuerpos blancos entre la oscuridad y la luz amarilla que alumbraba la farola rota, y junto a ellos el viento acompañaba con la canción sensual de aquel momento.
No había luna ni sol que pudieran separarlos. No había tormenta ni rayos que pudieran desencajar el encaje de sus cuerpos. Eran piezas de puzle perfectamente encajadas, formando el puzle de sus vidas entre gemidos y besos.


José Luís Galván