No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón. Jaime Sabines

sábado, 29 de enero de 2011

Noventa y seis

Su vida acaba como acaba su cuerpo
Erguido, acurrucado y plano en su cama.
No descansa el pobre, ni come ni bebe el viejo
Sorbos de vida y muerte que su vida bebe y canta.

Sus sueños descansan en su cuarto agarrados
Por el collar de la vida y collar de la muerte,
Mutilados por sus venas que tiene como manos,
Hincados por su carne que tiene como dientes.

El pobre Quijote que no muere, sino vive,
Como lento vive el feto dentro del vientre,
Que lenta es su respiración que resiste
Como resiste a su media muerte lentamente.

Viejo, que tus carnes ya no pueden con tu siglo,
Ni tus ojos de locos, ni tus huesos de cristal,
Ni tu corazón de luz y sombra, ni tus hijos,
Ni tu vida ni muerte, ni tus sueños en la mar.

Sueña, sueña y vete soñando sombras
Que tu vida se acaba, tus sueños morirán
Entre pétalos de putas, jazmín y alondras,
Entre sueño y ronquidos, entre sueño y la mar.

jueves, 20 de enero de 2011

Entre polvo y polvo

Entre polvo y polvo
Encuentro un tiempo eterno.
Es                 pe                ro
Entre un          tic                 tac,
Y un caprichoso      toc                tuc.
D    e    s    e    s    p    e    r   o
Y me duermo
Con la cabeza cerrada y los ojos abiertos
(Esto se llama insomnio,
Y no hay pastillas para curar mi tiempo).

Tic                       Tac
Toc                      Tuc

Mientras   d   e    s    e    s    p    e    r   o
Es   pe   ro        y        espero
Algo que llevarme a la boca:
Tu necesitas mi tiempo.
Yo necesito tu cuerpo.

Tengo hambre mujer, y solo hay comida.
Solo hay alimentos que salen de alimentos
Y yo quiero  a  l  i  m  e  n  t  a  r  m  e
De ti, de tu cuerpo.

Quiero que mis manos sean mis cubiertos.
Quiero que tu sangre sea mi vino
Y mi pan                                              tu sexo.

Que no alimentes a nadie más que solo a mi, mujer.
Que nadie te abra las piernas como yo,
y que nadie te susurre a tus labios
Lo que calla mi lengua cuando callo.

sábado, 15 de enero de 2011

Cuatro ojos

Los escritores siempre tienen gafas. Lupas más grandes para alcanzar los sueños más lejanos. Somos cuatro ojos, y en cada uno, limitado por la distancia de nuestra vista, observamos con distinta mirada la realidad que tocamos, según cada ojo.
Mi ojo izquierdo, el pobrecito, vago que no ve ni un carajo, es como uno de mis huevos, ni pincha ni corta, ni mira ni observa. No hace nada. Por eso nunca me rasco mi entrepierna, ya que tengo, como ya sabéis, mi ojo izquierdo para eso. Este es mi ojo soñador, quien me obliga a cerrarlos y tocar luciérnagas de noche y flores de día. Es mi ojo poeta, es decir, mi ojo cabrón por así decirlo.
En cambio, mi ojo derecho es el chino de cualquier tienda. Veinticuatro horas trabaja y veinticuatro horas se cansa. Éste ve todo: la orina de un perro, la sonrisa de una tuerta, las lágrimas de un ciego. Y a veces, incluso, ve a Dios jugando con las orillas del mar en Haití, con aviones en una ciudad, y con petardos en estaciones.
El pobre aguanta todo, y es normal que se canse. Pero me da miedo, porque también es un cabrón, como el otro. Se deja influenciar por el ojo izquierdo y ya no hay quien le pare. No me deja ver lo que quiero ver, y se pone en huelga como si controlador aéreo se tratase.
Luego, si que se pone firme al ver unas piernas cortas y cruzadas, unas nalgas apretadas o un flequillo entre ceja y ceja. Me ilusiono y admiro lo que veo, hasta que pierdo la distancia y vuelve la borrosidad de mi vida.
Creo que los dos, el derecho y más el izquierdo, han pactado algo. No se han dado la mano, pero si las pestañas, para eso que yo llamo el pacto del vago. Están muy agusto en eso de no hacer nada, de no ver nada y soñar e inventar palabras y letras, historias y amores. Y yo, al ver esta justicia, mientras que mis ojos se dirigen al mundo de mi poesía, me dirijo a comprar un bastón blanco o un perro, porque creo que me harán mucha falta, en este mundo de cuatro ojos, capitán de las palabras.