No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón. Jaime Sabines

lunes, 19 de julio de 2010

Los Jóvenes


Los jóvenes se amaban bajo el pequeño techo. Sus cuerpos se confundían con la luz tenue y oscura de la calle, mientras que los árboles susurraban entre sí la erótica escena que estaban observando. Eran cuerpos besados, acariciados e impulsados por lo único que tenían, tapando entre cortinas sus más eternos amores de deseo.
Poco a poco y de manera rápida, se quitaron la desnudez de sus ropas, y se quedaron desnudos de sus cuerpos. El joven, con cara radiante, acariciaba los pequeños pechos de locura de la mujer; y la mujer pícara y juguetona buscaba entre el cinturón y los botones la erección perfecta del hombre.
Ambos se deseaban y se buscaban mutuamente. Se encontraban solos ante el mundo, un mundo pequeño y oscuro que ellos iluminaban con un solo sonido y muchos movimientos. Los arboles escuchaban los gemidos perfectos de un perfecto amor, y las hojas se movían al compás de sus cuerpos. Vacilaban y se confundían cuerpos blancos entre la oscuridad y la luz amarilla que alumbraba la farola rota, y junto a ellos el viento acompañaba con la canción sensual de aquel momento.
No había luna ni sol que pudieran separarlos. No había tormenta ni rayos que pudieran desencajar el encaje de sus cuerpos. Eran piezas de puzle perfectamente encajadas, formando el puzle de sus vidas entre gemidos y besos.


José Luís Galván

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