No me digan ustedes en dónde están mis ojos,
pregunten hacia dónde va mi corazón. Jaime Sabines

sábado, 30 de junio de 2012

Todo comienzo tiene su fin.


Todo comienzo tiene su fin. Lo que comienza, bien acaba y algún día tenía que ser, y llegar, besar mis pies o yo besarles los suyos. Pero si, ayer vino ese tan deseoso día de nuestra graduación. Cinco años largos y de eterna espera. Cinco añitos, que se dicen rápido, para estar entre corbatas, tacones, sudores y diploma. Pero, “¿para eso espero yo tanto?”, anoche me decía entre dientes, o entre sueños, o entre desilusiones. Detengo segundos a observar ese dichoso plástico, pequeño y poco grueso diploma. No me inspira nada. De hecho, ni siquiera debería tenerlo entre mis manos; no me corresponde aún. No es mío aún. Llévatelo. Solo representa el largo y fatídico trabajo de no trabajar o estudiar en lo que verdaderamente importa, la vida. Y lo que verdaderamente me levanta del día a día, que hace ya cinco años aprendí, se resume en tres palabras: comparación, horizonte y expectativas. Porque la vida, como ya me enseñaron en estos maravillosos años, puede ser literatura; o mejor dicho, la literatura puede ser vida. La literatura podrá ser bella, curiosa, desagradable o que incluso enganche; una especie de droga para algunos literatos. Pero siempre, esta majestuosa palabrita, será comparación, horizonte y expectativa. Porque y al parecer, si comienzo a compararla con la vida, me quedo sin horizonte, y mucho menos sin expectativas; como la vida misma. En estos cinco años, por capítulos, a veces cortos, y otros demasiado largos, leímos Las grandes aventuras de nuestras vidas; cuyo autor nunca logro acordarme, pero solo hace falta un espejo para encontrarlo, créeme. En este libro, encantador y adictivo con una gran elocuencia, se encuentra la mentira de la vida, la fortuna de los suertudos o las desgracias de los más desgraciados. Vaya,  otra vez como la vida misma: caprichosa. El protagonista, que puede ir en primera persona o en tercera (como el autor desee), se revindica en un mundo mucho más falso que la vida misma. Ya me dijeron que la Universidad era falsa. Y yo lo he comprobado; uy, perdón, el protagonista lo ha comprobado. Básicamente aquí, como no seas del taco, te toque la lotería o te jodas la espalda recogiendo cajas y cajas de coca cola en esos lujosos locales de la ciudad del libro, para pagarse los caprichitos propios de esta nuestra; perdón, de la Universidad del libro, no eres nadie.  Pero lo grandioso de esta falsedad, es el final del libro. Termina con una gran charla, excesiva al parecer del protagonista, de un personaje que en sus más de quinientas páginas, ni una vez aparece; el llamado profesor de alemán. El profesor, angustiado por la caldera que teníamos, perdón, tenían en el inservible patio por el calor, se engalanaba de maravillosas flores filólogas, entre nombres raros de autores alemanes y parlanchines que no dejaban de piar, terminó su discurso despertando la amargura de los ya presentes filólogos: “para estudiar y para vivir, hay que leer y hay que viajar”. Ole tus cojones, dijo algún chisposo alumno, también entre dientes. En un principio nos dijeron; perdón, les dijeron que leer era el viaje más gratuito que el ser humano podría realizar. Y ahora, al final, resulta y parece ser que hace falta algo más: Viajar. Claro, monada, lleva usted mucha razón. Viajar, y Dinero. Que no se le olvide usted.
Desde luego, la graduación que ayer leí en mi cuarto, me pareció como si aún estuviera en esos pequeños aviones de esa grandísima compañía Ryanair. Azafatas y azafates que ni siquiera te dejan echar una cabezadita, vendiendo productos de mala calidad, rebajas de colonias, avioncitos, loterías y vaya Dios a saber; vestidos de chaqueta y corbata, orgullosos e importantes por ser importantes en esa y nuestra Universidad. El Decano terminó el discurso poniendo la guinda al pastel “esto no es un final, es un comienzo. Tenéis las puertas abiertas en esta vuestra Universidad. Tenéis grandes cursos para vuestra aún más formación académica, con nuestros Masteres, nuestras becas de investigación, etc”. Creo que se le olvidó acercarles el papelito con sus firmas y cuentas corrientes. Bravo Decano. Bravo Universidad.